martes, 28 de febrero de 2012

El nombre de mis ídolos

Estaba con 4 o 5 años en la cafetería Nebraska, en el centro de Vitoria, cuando vi a aquel hombre enorme con cazadora de aviador marrón y gorra de repartidor de periodicos. Había posters en la Caja de Álava, donde jugaba con todo mientras mi abuelo hacía sus gestiones, en las que aparecía junto a la plantilla de su equipo. Era Essie Holllis, una leyenda con una sonrisa tan impactante como su baloncesto. El primer deportista al que recuerdo ver en persona.

En la misma época mi padre me llevaba a la grada general de Mendizorroza. Allí me sentaba sobre la piedra pegado a la valla para ver a un rubio melenudo con bigote que jugaba en el Alavés, Santi Idigoras. Su imagen, junto a la de Ernesto Valverde, es de las pocas que recuerdo con claridad de mis primeras visitas a Mendi. Un jugador que miraba de lado a lado intentando ordenar a sus compañeros. Un líder.

Era imposible ser de Vitoria y no querer convertirte en Pablo Laso. Al principio era el cuento del chico de la ciudad, apoyado por todos, en busca del éxito que ya habían tenido Ortega o Garayalde. Luego aquella sensación se convirtió en un torbellino imparable. El club creció al ritmo del bote y pase del base de San Viator. Recuerdo comprar "Gigantes" para quedarme tranquilo al comprobar que Pablo seguía comandando la clasificación de asistencias. Vinieron los títulos, la Selección y la conquista de Europa y luego Pablo se marchó. Reconozco que me enfadé con él, pero desde la compresión.Hoy le admiro más.

Peio Ruiz Cabestany puede que no fuera el mejor en ninguna de las especialidades ciclistas, pero siempre estaba entre los primeros. Cuando yo cogía la bicicleta era mi momento para gritar "¡yo me pido Cabestany!". Era una cuestión de caracter. No recuerdo el día en el que me enganchó, sería en alguna escapada durante La Vuelta, pero él fue ese corredor que despertó en mi el interés por el ciclismo. Me enseñó a apretar los dientes.

En el Barcelona de basket, lesionado Norris, apareció un jugador de segunda fila que a mi encandiló. David Wood era el pivot que yo queria en mi Baskonia. Estuvo un año en el que Taugres quedó eliminado en semifinales ante el Real Madrid. Aquel equipo que llegó derrotado de la capital, fue recibido en la plaza de la Florida. Los que allí estabamos pedimos a gritos que no se marchara, pero Wood prefirió volver a USA. Entonces ser sparring de David Robinson en los Spurs era un mérito y puede también que sus lazos con la Iglesia Evangélica tiraran de él. Más tarde volvió a España y siempre estuvo en mi lista de favoritos. Protector bucal y nunca rendirse, el Gladiador siempre en la pelea.

Decir que Indurain está en esta lista no debe sorprender, así que voy a contar lo que puede que lo haga. Yo nunca vi perder a Miguel. Vi los 5 Tours, los Giros, los records de la hora, las medallas en Mundiales y Juegos... pero nunca sus fracasos. O bien por viajes, o bien por cualquier otro motivo, no presencié algo que me hubiese dolido mucho. Todavía guardo vídeos, recortes y sobre todo la sensación que tuve al verle pasar por las rampas de Pirineos flanqueado por Rominger y Chiapucci vestido de amarillo. Yo tuve a Indurain a un metro ganando el Tour de Francia, frío como el hielo.

Me guardo el más importante para el final. Luis Arconada era lo que yo quería ser de mayor. Me vestía como él, imitaba sus gestos e incluso intentaba hacer sus vuelos, pero la pose no hizo un buen portero. Se retiró en el 89 y lloré mientras Alkiza ponía en su solapa el escudo de la Real mientras decía adios a Atotxa. Entenderéis lo que sentí cuando Palop tuvo aquel gesto viestiendo su camiseta al ganar la final de la Euro en 2008. Andrés hizo justicia porque el mundo del deporte es una trituradora, pero con Luis lo ha sido más que con nadie. Algunos sólo recuerdan a uno de los mejores porteros de la historia para decir que falló la final de Francia 84. A mi me da lo mismo, Arconada es único... el único.

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